3 de octubre de 2016

La neuroeducación y las capacidades especiales.



A media tarde, en tejanos y ante un café nos encontramos. Es viernes y, mientras espero, sentada en unas escaleras observo las caras de la gente caminando arriba y abajo por la calle, me fijo en la expresión de sus rostros, los sigo con la mirada mientras trastean con el móvil. Al mismo tiempo, repaso mentalmente las preguntas de la entrevista que tengo en unos minutos y apunto algunas ideas. Al minuto llega Oriol, y tras saludarnos nos sentamos en una terraza y pedimos un par de cafés.

Oriol Iborra es biólogo, colaborador de la Societat Catalana de Biologia y actualmente desarrolla sus estudios de doctorado en la Fundació Institut d’Investigació en Ciències de la Salut Germans Trias i Pujol. A principios de mes coincidimos en una jornada sobre neuroeducación en la que nos explicó como aprende el cerebro, como gestiona la información y tras escucharlo no más de diez minutos me pareció tan interesante que le pedí una entrevista para hablar del tema más a fondo.

Aunque llevo una larga lista de preguntas, le pido que empiece hablándome sobre la neuroeducación. Me cuenta que es una ciencia que, con la ayuda de los conocimientos interdisciplinares de la pedagogía, la neurociencia y la psicología sobre como funciona el cerebro, intenta mejorar los procesos de aprendizaje y de memoria. Una ciencia que detecta dificultades y diseña intervenciones para su mejora aportando explicación a los problemas y defendiendo la emoción como puntal imprescindible del proceso de aprendizaje.

Le pregunto cómo se desarrolla el cerebro en los primeros años de vida y me cuenta, y para mi, que soy una completa ignorante en el tema, a medida que lo escucho, me parece casi un milagro. Me cuenta que el cerebro se modifica y se transforma con el aprendizaje. Relata como se van abriendo diferentes ventanas. De 0 a 3 años se desarrolla la ventana lingüística, aquella en la que se desarrolla la interacción con los demás, el aprendizaje de las emociones y el lenguaje oral. De los 4 a los 12 años la ventana racional, en la que aprendemos a gestionar información, a razonar y aprendemos aptitudes y habilidades. Y por último, a partir de los 12 años la ventana emocional, la adolescencia, en la que se aprenden conceptos sociales y abstractos, se sobrepasan los límites y se toman riesgos, es cuando se enlazan los conocimientos a las emociones y que alberga nuestro cerebro más emocional.

Automáticamente me asalta la pregunta de porque esas ventanas no se abren de la misma forma en los niños con trastorno del espectro del autismo. Comenta que existen diferentes teorías sobre esta cuestión. Algunas apuntan a que el cerebro crece demasiado rápido durante el desarrollo fetal. Otras hablan de migración neuronal, gráficamente explicado es como si los “caminos” del cerebro estuvieran demasiado poblados y no se realiza correctamente la migración. También se estudia el pobre desarrollo de las neuronas espejo o la posibilidad de que la afectación del sistema inmunológico afecte al sistema nervioso. Aunque por ahora no existe una respuesta concreta ya que hay un gran número de variables genéticas y ambientales que pueden influir. En lo que si coincidimos es que en los últimos años ha aumentado fuertemente la prevalencia de personas con trastorno del espectro del autismo.

La segunda parte de la entrevista hablamos de tecnología y aprendizaje. Le pregunto sobre el uso de tecnología en educación y alumnos con necesidades educativas específicas, que les aporta y en que los perjudica. La respuesta es clara, la tecnología bien utilizada es muy positiva para su desarrollo y su aprendizaje. Es un entorno intuitivo ya que tiene estímulos visuales, sonoros y de movimiento. En el caso de las tablets, además, su accesibilidad permite que la utilicen personas de diferente edad y capacidad cognitiva.

Oriol remarca que su aprovechamiento, más allá de meros contenidos curriculares, se basa en la potenciación y mejora habilidades motrices, sociales, de atención, de reacción ya que estimula al usuario y refuerza la empatía y los aprendizajes. También alerta del peligro de adicción a estos dispositivos ya que genera recompensas rápidas y permite la repetición de tareas, situación que hace que el usuario busque el refuerzo positivo de forma constante.

Tras más de una hora de charla incesante, recuerdo que es viernes. La entrevista podría durar otra hora más, las preguntas son infinitas y las explicaciones también. Nos despedimos, le doy las gracias y caminamos en direcciones opuestas. A medida que avanzo intento resumir mentalmente la charla, pensando sobre algunas de las ideas que apuntaba Oriol, observando a la gente caminando a mi alrededor y pensando que aunque el camino para conocer el funcionamiento del cerebro es largo, cada vez estamos un poquito más cerca.

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